Cuando una Mery Poppins se va…

Entro de lleno en la semana de la cuenta atrás y la ansieté se multiplica. La cuenta atrás para las vacaciones, que no veo el momento de activar el modo slow, tirarme en la playa y compartir a la NSN. La cuenta atrás para mi 31 cumpleaños, que va a ser el primer anticumpleaños, nunca es que me haya gustado apagar velas, pero esto ya se está poniendo feo, así que voy a celebrarlo como si no lo fuera. Y, lo que es peor y me tiene descentrada es la cuenta atrás para que Mery Poppins nos diga adiós.

Y ahí estoy yo dándole al tarro, a ver cómo se lo digo a la NSN. Me siento como una madre de adolescente a punto de contarle que su padre nos abandona porque estaba harto de que no le echáramos perejil a la vida… La necesidad de contarle a un bebe de 7 meses y 15 días que Mary Poppins ya no llegará cada mañana con su sonrisa mágica, me hace pensar en ciertos momentos de lucidez, solo en ciertos momentos, que estoy para que me encierren. Pero no encuentro el momento perfecto. Cuando me pongo seria, la NSN me da un «bocaíto» y me veo sin fuerzas para lanzarme. Y ahí estamos viendo pasar los días mascando la tragedia.

Que no, que esto no es La Casa de la Pradera. Y con Mary Poppins he pasado mis fases:

Fase 1. Yo soy su madre. Mary Poppins no. Después de 4 meses intensos de maternidad a jornada completa, con mucho apego, mucha teta y mucha soledad, las primeras semanas de separación fueron extrañas, digámoslo así. El tiempo en el curro se me pasaba volando. Pero era salir de la agencia y me faltaban piernas para volar a Truman y decirle a little que su madre, su madre era yo… Le cogía las manitas y con ellas acariciaba mi cara diciéndole MA MA MA, mientras se me caían dos lagrimones, convencida de que en las 10 horas que pasaba con ella a mi me había olvidado. Había dado carpetazo y cierre a nuestros 4 meses de amor del bueno y se había vendido al mejor postor. Ella tiene armas infalibles: sabe cantar, bailar y es mucho más alegre y risueña que yo. El desenlace estaba claro. La NSN se presentaría un día con la maleta hecha pidiéndome libertad para marchar a Poppins Residence.

Fase 2. Las dos somos su madre. Cuando me creía sumida en una depresión sin salida, producida por una mezcla explosiva de celos irracionales y de culpabilidad extrema por ser madre trabajadora, de pronto un día me vi en la fase 2. La NSN tiene amor para las dos y ella es genial. Sentir que estás en el trabajo, en una reunión y no puedes llamar a casa para ver si little se ha tomado su bibi, desear verla pero estar tranquila porque está con ella y sabes que la quiere y cuida como si fueras tú. Porque es su peque, porque tiene el móvil petado de fotos suyas como tu o más. Porque le habla de ti con toda la dulzura y amor. Porque a la NSN le brillan los ojos cuando la ve aparecer aunque no pueda despegarlos porque esta chinita perdida a esas horas tempranas. Y porque ella es la «mami» guay la que le canta, baila, juega y a la que le hace las confesiones delicadas como su amor de altibajos con Gremlin, y yo la «mami» mala que me preocupo y la intento educar con poco éxito. Cada una tiene su sitio. Es genial.

Momento crisis.  Nos tiramos por la ventana sin mirar atrás. Todos los grandes romances tienen sus crisis. Y el miedo de que Mary Poppins buscase su camino, otro camino, invadió Truman un viernes cualquiera…

Fase 3. Aquí estamos con un pellizco en el pecho, pensando que la NSN la echará tanto de menos que el próximo lunes mirará hacia la puerta esperando reírse a carcajadas al verla aparecer con esa energía explosiva, pero se le apagará la mirada porque no llegará…

Supercalifragilisticaespialidosa… Así es ella.

La niña sin nombre y sin su Mary Poppins.